Roberto Barbery Flores, con la sonrisa de siempre…

Breve biografía de mi padre Roberto Barbery Flores, escrito por mi Hermano Roberto.

Roberto Barbery Flores: sencillo y feliz, con la mística nacionalista  de los años sesenta

Roberto Barbery Flores, nació el 3 de junio de 1940, en Santa Cruz de la Sierra. Sus padres fueron Roberto Barbery Ibáñez y Ángela Flores Montenegro. Fue el menor de los hijos de Roberto Barbery Ibáñez.

Huérfano, desde muy niño, casi no conoció a sus padres.  Creció hasta los 13 años bajo el cuidado generoso de sus tías, hermanas de su madre, en el tradicional Barrio de “Las Siete Calles”, en el centro de la pequeña ciudad de la época.

En la humildad de su infancia hubo una mezcla de ingenuidad y optimismo, que se resumiría después en el trazo jovial de su personalidad, sencilla y feliz, ora en la fortuna, ora en la adversidad.

De aquellos primeros años conservó siempre un recuerdo emocionado. Los amigos de entonces todavía destacan su valentía en las trifulcas infantiles y su espíritu irredento de justicia. Él prefería hablar con nostalgia de la graciosa pulpería de su tía Arminda, a la que no dejó de visitar con obsequioso agradecimiento hasta el final de su vida. Esos fueron, pues, otros rasgos invariables de su carácter: la obsequiosidad y el agradecimiento.

Su hermano, Roberto Barbery Rivas, visitó Santa Cruz de la Sierra, cuando él tenía 13 años. Lealmente preocupado por las pocas oportunidades que ofrecía la modesta ciudad de mediados de siglo, convenció a las tías de “robertito” para que lo dejaran bajo su cuidado, y lo llevó a vivir con la familia Barbery Rivas a la ciudad de La Paz. Su juventud estuvo rodeada del generoso cariño de la familia de sus hermanos mayores y de su ingreso al Colegio Militar. De este periodo data el rótulo de galán – “¡el cadete!” –, que lo acompañaría siempre, junto con la fama de ser muy bien parecido – un capítulo aparte en la evocación de sus compañeros de armas es “el éxito que tenía con las mujeres”.

En el Colegio Militar sobresalió por la firmeza de sus convicciones y el esmero de su formación, graduándose como oficial de caballería. Por eso no fue extraño que se haya destacado desde muy joven, convirtiéndose en edecán del futuro Presidente Alfredo Ovando Cándia, en medio de la mística nacionalista que despertó la Revolución de 1952.

En 1965 fue designado Agregado Militar de la Embajada de Bolivia en España. Mientras desempeñaba estas funciones, cumplió también en reiteradas oportunidades las veces de Embajador con carácter interino, ejerciendo el cargo con reconocida eficiencia, sin desmedro de la lozanía de sus años. Paralelamente, comenzó a estudiar Derecho, terminó un curso de Diplomacia y otro de Pilotaje de Helicópteros, confirmando la versatilidad de su espíritu, humanista e intrépido. Allí nacieron sus hijos mayores, Roberto e Iván.

Al retornar a Bolivia, en 1969, ya con el grado de Capitán de Ejército, fue protagonista de un episodio fundamental para el país: ante las dudas y reticencias de los oficiales superiores para cumplir la política nacionalista del Gobierno, ejecutó personalmente la orden de tomar las instalaciones de la empresa transnacional GULF COMPANY, materializando en los hechos su nacionalización.

Pero su  personalidad, altiva y comprometida, no tardó en despertar recelos políticos, dentro y fuera de la institución militar, generando consecuencias previsibles. Primero, fue destinado a distritos militares en las fronteras más alejadas del país y luego, en 1971, después del golpe militar del Coronel Hugo Bánzer Suárez, fue “dado de baja”, por defender principios democráticos, claramente ajenos a la dirección del nuevo régimen. Finalmente, en febrero de 1973, cuando ya se encontraba en la vida civil, fue detenido en Santa Cruz de la Sierra por las fuerzas de represión de la dictadura y luego de ser trasladado a  La Paz, estuvo más de seis meses preso en el penal de San Pedro, hasta salir exiliado a Venezuela a fines del mismo año, acompañado de su esposa, y de su hijo de un año, Rubens. A los pocos meses viajó a Argentina, donde fijó su residencia, y se reunió con los exiliados más importantes, buscando generar conciencia en la opinión internacional sobre las características políticas que imperaban en Bolivia.

En 1976, después del golpe militar en Argentina, buscó asilo en Brasil, donde se estableció hasta 1981, cuando en Bolivia comenzó a perfilarse la posibilidad de retornar a la democracia, situación que efectivamente terminó por concretarse el 10 de octubre de 1982. En ese periodo, y siempre desde la clandestinidad del exilio, además de conspirar activamente contra las dictaduras de Bánzer y García Meza, impulsó las primeras inversiones importantes que se conocieron en Puerto Suárez, gestando una vasta propiedad ganadera, y forjando así el antecedente inmediato de una región que actualmente es un polo de desarrollo en la frontera entre Bolivia, Brasil y Paraguay. Esta experiencia fue volcada después en su tesis sobre “Fronteras vivas”, trabajo que constituye un hito de referencia geopolítica para el Ejército boliviano. Su familiaridad con la zona fue parte de un destino recurrente, ya que antes de salir del país, entre 1971 y 1973, llegó inclusive a ser el principal impulsor en la construcción del mercado de Puerto Suárez. Con la misma inspiración, cuando finalizaba su destierro, esta vez en 1982, creó la primera Escuela de Dactilografía en el municipio vecino de Puerto Quijarro. Entre tanto, en el mundillo ingrato de la política, durante esta época fue una especie de mecenas, ayudando económicamente a todos sus compañeros de exilio…

Con el retorno a la democracia volvió definitivamente a Bolivia, reincorporándose al Ejército, con su antiguo grado de Capitán. La decisión exigió un nuevo sacrificio, esta vez de naturaleza económica, porque suponía abandonar una importante empresa que le había dado prosperidad en Brasil. Allí, a pesar de la adversidad del exilio, habían nacido sus hijas, Vanuska y Kassandra. Pero actuó una vez más sin dudar, guiado invariablemente por la mística nacionalista en la que había forjado sus ideales de antaño.

En 1984, luego de terminar la Escuela de Comando y Estado Mayor en Cochabamba, ya con el grado de Mayor, fue destinado como Jefe de la Sección de Inteligencia a la División de Santa Cruz, donde tuvo a su cargo la seguridad del Papa Juan Pablo II, cuando el sumo pontífice visitó Bolivia. También fue Comandante de la Unidad del Área de Mantenimiento y Abastecimiento del Ejército. Luego fue destinado a Camiri, como Jefe de la Sección de Inteligencia. Después, fue Comandante en Choreti, ya con el grado de Coronel.

En su visión del Ejército Nacional postuló la doctrina de que la institución debía estar al servicio del desarrollo socioeconómico del país. Solía decir que la misión es construir, no destruir. También que el uniforme debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio del uniforme. Su inclinación filosófica, que abarcaba los más diversos temas universales, fue plasmada en sus trabajos de tesis para ascender de grado, y en las reflexiones y los apuntes de un libro que no terminó de escribir – los protagonistas eran El Coronel Rigoberto y su compadre Feliz, una especie de caricatura filosófica de él y de su compadre Félix Moreno Gil. En lo concerniente a las Fuerzas Armadas, sus convicciones principales también quedaron grabadas en el ejercicio concreto de su profesión, a través de las numerosas obras de infraestructura que realizó en las unidades a su cargo, los programas de educación que impulsó por su propia iniciativa y las reformas que buscó implementar en el sistema de alimentación de los soldados – Nada nuevo, decía, sólo que en las tardes pasen clases en vez de cargar fusiles, y que en los platos haya un pedazo de carne. En esta época más sosegada, nació su última hija, Marlene.

Pero también este periodo fue un episodio breve, aunque decisivo para truncar su carrera militar. En 1989, un otrora compañero de exilio, Jaime Paz Zamora, asume la Presidencia de la República, en el marco de una controvertida alianza con el ex – dictador de los años setenta, Hugo Bánzer Suárez… La inesperada circunstancia política resultó definitiva para Roberto Barbery Flores: sin mediar fundamento de ninguna naturaleza, es retirado a la “reserva activa”, cuando aún no había cumplido treinta años de servicio, como establece la Ley… Esta vez le toca a la democracia hacer las veces de verdugo, y antes de ascender al grado de General, vuelve a la vida civil…

Volver a la vida civil era volver al campo, al hábitat natural de su espíritu, tranquilo e indómito, en la apacible vida de su propiedad ganadera. Aunque siempre tuvo el cabello blanco, ahora lo surcaban algunas arrugas, que no alcanzaban a opacar el singular brillo de sus ojos verdes. Cálidos y verdes. Entonces decidió emprender su última aventura urbana…

Los últimos años de su vida fue un prospero empresario de la Construcción, que sólo hablaba de política a hurtadillas, aunque con la pasión de siempre…

La crisis inmobiliaria de fines de los años noventa trajo un aire extraño y casi imperceptible a su carácter risueño…

El 22 de diciembre del año 2004 estuvo jugando con sus nietos, igual que todas las noches, en su casa de la calle René Moreno. Luego, se recostó, igual que todas las noches, sencillo y feliz….

Se casó dos veces y tuvo seis hijos. De su unión con Vanya Anaya Antelo, nacieron Roberto e Iván. De su unión definitiva con Marlene Lizie

Knaudt Abdalla, nacieron Rubens, Vanuska, Kassandra y Marlene.

Roberto Barbery Flores sólo exigía con intransigencia café y cigarrillos. Evocaba con la imaginación al nieto de Andrés Ibáñez, su padre, y no era solemne ni siquiera cuando recordaba que era Oficial de Caballería, aunque era su fibra íntima de orgullo. Tocaba maravillosamente y sin explicación la armónica desde niño, y aunque podía ejecutar con maestría composiciones clásicas, prefería los taquiraris. Huelga decir que fue un eximio jinete, hasta el último momento guapo y temerario, que recitaba de memoria las andanzas de El caballero de la triste figura, y que en los últimos días de su vida llegó inclusive a jugar “Rummy”, pero sólo en familia.

Fue un hombre de hogar, que alguna vez celebró el azar de no haber sido General.

Era demasiado carismático para irse con la vida. Hoy vive en la emoción de sus hijos y nietos.

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