Hoy tuve la sensación de estar perdido en el Mundo, en ese limbo donde la soledad nos permite escuchar nuestros propios pensamientos. Caminando sin rumbo por calles de Estocolmo, sin referencias o esquinas con algún grado de familiaridad, perdido en esa confusión de una sociedad desconocida, extraña, donde la individualidad de estar solo, sin destino ni tiempo nos genera una dulce incertidumbre. Son momentos en que uno no forma parte de nada y tampoco lo desea, donde simplemente deambula y siente el frío primaveral golpeando la cara.
Hoy me perdí por las calles perfectamente simétricas de Estocolmo, espacios que fusionan la luminosidad de la modernidad y las fachadas que cuentan historias. Son los leones empotrados en cada calle que simbolizan algo que aún desconozco, las vitrinas con trolls, Odin, caballos y barcos vikingos, cultura nórdica de un pasado que se difumina con los vídriales empañados por la calefacción interna.
Me paro en el medio de un mundo que no percibe mi existencia, cada ciudadano del mundo pasa por mi lado, mientras abro las manos para sentir los pequeños copos de nieve que blanquean mi vestimenta.
Hoy me entregue a la soledad de los sentidos…